COP30 | Pertenencia y Bioma Vivo
COP30 | Pertenencia y Bioma Vivo
Conciencia en Primera Persona: Somos el Bioma que Respira
No somos visitantes del planeta: somos su respiración.
El aire que inhalamos no es ajeno; es el mismo que alguna vez atravesó los pulmones de los dinosaurios, las raíces de los árboles y los cantos de nuestros ancestros.
Pertenecer no es una metáfora: es una función fisiológica.
La neurociencia contemporánea confirma lo que los pueblos originarios siempre supieron:
la conciencia no está encerrada en el cráneo, sino extendida en el entorno, en lo que sientes, tocas y compartes.
La mente no es un centro: es una red interoceptiva que se sincroniza con el territorio.
Raíces ancestrales del Homo Americanus
Mucho antes de las fronteras y los himnos, ya había humanidad en este continente.
En la Serra da Capivara, en Brasil, vestigios de casi 100 000 años muestran fogatas, pigmentos y huellas de comunidad.
El cráneo de Luzia recuerda una historia genética profunda.
Los pueblos Umbu, Caral-Supe y Olmeca revelan que América fue un laboratorio de cooperación,
no de conquista.
El Homo Americanus vivía en redes:
sembraba sin agotar, cazaba sin destruir, migraba sin colonizar.
Su economía era un metabolismo ecológico, no un sistema de lucro.
Esa herencia aún pulsa en nosotros —en la piel, en la lengua, en la memoria del suelo.
El bioma como cuerpo compartido
Cada bioma es una forma de mente.
La selva piensa con raíces, el río con corrientes, el desierto con vientos.
Cuando el humano corta esos flujos, interrumpe también su propio pensamiento.
Por eso, la deforestación no solo destruye árboles:
destruye conexiones cognitivas del planeta.
Y cada vez que restauramos un bosque o limpiamos un río, reconstruimos sinapsis ecológicas.
El bioma es el cuerpo extendido de la especie,
y nosotros, sus neuronas distribuidas.
No hay “afuera” de la naturaleza:
solo distintos niveles de conciencia dentro de un mismo sistema vivo.
Pertenecer es compartir el metabolismo
Pertenecer no es poseer tierra; es mantenerla viva.
Cada acción cotidiana —cultivar, enseñar, reciclar, cuidar— alimenta el metabolismo social.
El DREX Ciudadano reconoce ese flujo vital:
transforma la cooperación en energía, la empatía en ingreso, la sostenibilidad en dignidad.
El DREX Inmigrante, por su parte, amplía la frontera del bioma.
Cuando un latinoamericano cruza una frontera, lleva consigo un pulso económico de 10 dólares diarios,
un signo tangible de que el Sur es una red y no un mapa.
Como las semillas que el viento esparce para regenerar los bosques,
los cuerpos humanos llevan fertilidad cultural y biológica dondequiera que van.
Migrar es sembrar conocimiento.
Sheinbaum y Lula: guardianes del metabolismo
En México, Claudia Sheinbaum Pardo defiende el conocimiento como energía limpia:
cada política pública se nutre de evidencia científica y justicia ecológica.
Ella sabe que el futuro no se hereda, se cultiva.
En Brasil, Lula propone una economía que respira:
los créditos de carbono se transforman en políticas de restauración,
y el Estado distribuye oxígeno social allí donde antes solo había asfixia.
Ambos representan la transición del poder extractivo al poder nutritivo.
Ya no se trata de extraer valor, sino de devolverle vida al planeta que nos sostiene.
La nueva ciudadanía del bioma
La COP30 abre un tiempo inédito:
el de la ciudadanía ecológica, donde pertenecer ya no depende de documentos,
sino de la coherencia metabólica entre tus actos y la vida que te rodea.
Cada municipio que adopte políticas de Lixo Cero, economía circular y educación fruicional
entra en sincronía con el bioma global.
Y solo esos territorios podrán emitir y recibir créditos de carbono éticos,
porque estarán realmente vivos, no administrativamente verdes.
La pertenencia deja de ser bandera y vuelve a ser respiración compartida.
Conclusión: El Sur como Corazón del Planeta
El Norte aún mide progreso en PIB y velocidad.
El Sur mide en latidos.
Nuestra historia no empieza en la colonización, sino en la continuidad de la vida.
Desde la Serra da Capivara hasta los Andes, desde el Xingu hasta el Teotihuacán,
América recuerda su vocación: ser el corazón del planeta.
Cuando el Homo Americanus vuelva a moverse sin culpa,
cuando el DREX pulse con justicia y los biomas vuelvan a hablar entre sí,
entonces la Tierra entera respirará con nuestro ritmo.
Referencias científicas y políticas (pós-2020)
Pereira Jr. & Cionek (2024) – Conciencia extendida y metabolismo ecológico: mente, cuerpo y bioma.
Craig & Budd (2023) – Trends in Cognitive Sciences: conciencia corporal y redes interoceptivas.
Rockström et al. (2024) – Earth System Dynamics: resiliencia del sistema terrestre y biomas interconectados.
Berntson & Khalsa (2021) – Annals NY Academy of Sciences: interocepción y homeostasis.
Gobierno de México (2024–2025) – Agenda ambiental de Claudia Sheinbaum: justicia ecológica y soberanía biológica.
Banco Central do Brasil (2025) – Regulación del DREX Ciudadano y emisiones locales de carbono ético.
UNFCCC / COP30 (2025) – Documento “Economías Bioregionales y Conectividad Planetaria”.
Instituto Serra da Capivara (2023) – Arqueología de la conciencia americana: pruebas de presencia humana de 100 000 años.
Museo Nacional del Perú (2024) – Proyecto Caral-Supe: sociedades sin fronteras en la América antigua.
UNESCO (2024) – Informe “Ciudadanías ecológicas y metabolismo cultural del Sur”.
IDB (2025) – “DREX e Inclusión Fronteriza: Modelo económico de movilidad solidaria”.
ONU Habitat (2025) – “Municipios regenerativos y derechos metabólicos en América Latina”.